El Vestido

Nos casamos en Estados Unidos. Yo ya era obrera, y mi marido también, y cuando decidimos casarnos, fue a toda prisa para escoger el tan soñado vestido de novia.

Sabía lo que quería, pero al mismo tiempo no lo tenía tan claro, ya sabes como es, ¿no?

Iba de tienda en tienda con mi suegra y me gustaban todos. Fue muy difícil escoger, pero hubo uno que me cautivó, era un sueño. 
Hasta mi suegro, que estaba con nosotros ese día, dijo que era el más lindo.

Tenía unas flores de tela por todo el vestido, lo que lo hacía destacar entre todos los demás, pero ni llegué a probarlo… Sólo de mirarlo en el escaparate, sabía que no era para mí, a pesar de toda su belleza…

Tenía un escote muy pronunciado. Incluso pregunté si podrían colocar un “aplique” para disminuir el escote, pero la dependienta de la tienda me miró espantada, como si yo fuera de otro planeta.

“Es un escote normal.” — dijo ella queriendo que yo me probara el vestido.

“No para mí.” — respondí, ya buscando otro.

Encontré uno lindísimo, pero tenía el mismo problema. Insistí con la señora de la tienda, y esta vez ella estuvo de acuerdo en coser un aplique para subir más el escote.

Unos días después, volví para recoger el vestido de mis sueños…

Claro, sobre gustos no se discute, tal vez no lo vieran tan bonito, pero para mí fue precioso.

En el momento de la elección, yo tenía una vaga idea de lo que quería, pero de una cosa sí estaba muy segura, nada de escotes u hombros al descubierto. Esa fue mi fe.

Pensemos juntas: si el Señor Jesús estuviera personalmente en su boda para realizar la ceremonia, ¿qué tipo de vestido usted se pondría?

Bueno, mi Señor Jesús estuvo presente en mi boda, y él estará en la suya también, por lo tanto, es importante elegir un vestido que le venga a gustar a Él, así como a usted y a su futuro marido también.

La moda dicta muchas reglas, pero la mujer que teme a Dios no se deja llevar.

Sean sabias y felices en sus elecciones.

Nanda Bezerra