Con una simple frase, el Señor Jesús enseñó una regla que, si es aplicada, puede hacer que una persona sea exitosa en todos los aspectos: “Dad y se os dará”, (Lucas 6:38). Parece ser una simple frase, pero trae entre líneas uno de los secretos más importantes para la vida sentimental. A todos nos gusta recibir, pero dar es más complicado.
Lo que la mayoría de las personas olvidan es que la palabra “dad” está antes de “se os dará”, y ese orden no se puede invertir. Este es el motivo por el que fracasan muchas relaciones. Hay personas que quieren que sus parejas cambien, pero ellos no hacen nada para cambiar.
Si uno no tiene la intención de dar, jamás va a recibir. Pase lo que pasare, nunca deje de dar, el día que lo haga, dejará también de recibir. Cada cosa que uno da es una semilla que siembra, y tarde o temprano la cosechará.
Mientras el casado debe darle a su pareja, el soltero debe aprovechar y sembrar, dándole al Espíritu del Amor, buscando agradarle, perseverando y no bajando los brazos.
La experiencia ha demostrado que los mayores testimonios de transformación de matrimonios sucedieron en el momento en que una de las partes dejó de preocuparse por recibir y empezó a preocuparse por dar.
A partir del momento en que sumado al uso de la fe, uno empieza a hacer lo mejor para su pareja, el Espíritu del Amor le revela el verdadero valor de la mujer que está a su lado.
No haga como muchos piensan, “recibir primero, dar después”, siempre hay que dar, para después, recibir.
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