lunes, 12 de septiembre de 2011

Matar o morir

Porque ¿quién es Dios sino sólo el Señor? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino; quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas; quien adiestra mis manos para la batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce. Me diste asimismo el escudo de Tu salvación; Tu diestra me sustentó, y Tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado. Perseguí a mis enemigos, y los alcancé, y no volví hasta acabarlos. Los herí de modo que no se levantasen; cayeron debajo de mis pies. (Salmo 18:31-35)

Dios nos reviste de fuerza porque el camino del débil no es perfecto, en verdad, el que es débil tiene su camino bloqueado. Por ese motivo, Dios nos revistió de fuerza para que alcancemos nuestros objetivos.

Es verdad que siempre aparecen obstáculos en nuestra vida, y, si somos débiles, no conseguiremos alcanzar nuestras metas. Si no estamos revestidos con la fuerza del Espíritu del Amor, nuestros caminos estarán bloqueados, pero, por lo contrario, si estamos revestidos con la fuerza del Espíritu del Amor, los caminos serán abiertos. Es esa la fuerza que nos permite alcanzar el objetivo pretendido.

La voluntad de Dios para nuestra vida es que seamos personas ágiles, diligentes, rápidas y no indolentes, acomodadas o negligentes. Dios quiere que estemos en un plano superior, que crezcamos y que disfrutemos lo mejor.

La Palabra de Dios nos enseña que Él fortalece nuestras manos, lo que significa que nos da capacidad de acción para el combate y, en un combate, sólo vence quien tiene las manos adiestradas, entrenadas, fortalecidas, preparadas y ejercitadas. Es por eso que, en la IURD, nosotros orientamos a las personas para que trabajen, estudien, sacrifiquen, den el diezmo, perdonen y se bauticen en las aguas, porque, con eso, adiestramos sus manos para que venzan el combate en todas las áreas de su vida. Eso significa que hay una guerra, lucha y resistencia que tenemos que vencer, pero, para vencer, tenemos que tener nuestras manos adiestradas.

Cuanto más usamos la fe, se hace más fuerte y sólida. Es como un músculo, cuanto más lo ejercitamos, se torna más resistente y fuerte. Cristo dijo:“Mi justo vivirá por la fe”, o sea, su vida depende de su fe.

Tal vez piense que su vida depende de sus conocimientos, de sus amigos, de políticos, de sus bienes económicos o de la religión…no…su vida depende de su fe.

Si está por quebrarse delante de una enfermedad, fantasía sexual, sentimiento de venganza o ante una presión que esté pasando en su trabajo, algo humillante y discriminatorio, soledad, problemas en su matrimonio o consigo mismo, es porque usted está débil. Y su debilidad no se debe a una supuesta falta de fe, pero sí a la falta de ejercicio de la misma, aun viniendo a la iglesia y creyendo en Dios.

Por ejemplo: supongamos que usted tiene una cinta de gimnasia en su casa, si usted no la enciende, comienza a andar, a acelerar el paso y, por fin, a correr, usted no quemará las calorías que desea.

La misma cosa es con la fe, si no la ejercitamos a través de la oración, del desafío, de la ofrenda, del sacrificio de las Campañas que realizamos, no va a pasar nada.

La fe es de suma importancia para vencer las dificultades que hay en esta vida, para no curvarnos delante de la miseria, de los vicios, de las fantasías o de los sentimientos, porque, cuando lo hacemos el resultado es que quedamos por debajo, cuando Dios quiere que quedemos en las alturas.

En realidad, Dios desea que nuestra vida sea grande en todas las áreas y estas maravillas suceden sólo cuando “matamos” a lo que intenta matarnos, sea un vicio, una maldición o cualquier otro problema. Tenemos que “matar” a ese espíritu maligno que nos quiere destruir a través de ese problema, fracaso o decepción, que intenta sacarnos de la iglesia y de la presencia de Dios.

Si siente que está dudando, que no da todo de sí en la oración, hable con Dios, porque quien duda no logra “matar” a su enemigo .

Es inaceptable ser de Dios, considerarnos cristianos y desear la muerte. ¿Cómo es posible que una persona que asiste a la iglesia tome antidepresivos o esté endeudada, siendo ofrendante en la casa de Dios? Bíblicamente hablando, eso es inadmisible. En vez de perseguir a sus enemigos son ellos los que lo están persiguiendo. ¿Quién es el que tiene que huir? ¿Nosotros de los problemas o los problemas de nosotros? Los problemas son los que tienen que huir de nosotros. Si estamos con Dios nuestros pasos y caminos serán alargados y nuestros pies no vacilarán.

Los problemas podrán aparecer, pero Dios dijo: “Supéralos porque Yo estoy contigo y ellos van a caer a tus pies”

Levántese, indígnese espiritualmente hablando, y diga:

“¡Yo no seré más perseguido, voy a perseguir, porque ese es mi Dios!”

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