El corazón humano se asemeja a un cofre. En él caben una infinidad de sentimientos, emociones y recuerdos, tanto buenos como malos.
El rencor, o resentimiento, es un sentimiento que usa al corazón como nido, apropiándose de él y ensuciándolo en demasía. Quien tiene un corazón sucio no logra perdonar con facilidad, suele enojarse con frecuencia y siempre cree tener la razón en cualquier discusión, pensando que son los demás quienes deben disculparse, mientras él, lleno de orgullo, se regodea creyendo estar en lo correcto.
El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”, (Mateo 5:8). ¿Cómo podemos ver a Dios, si siendo espíritu es invisible? Podemos verlo actuando en el matrimonio, en una relación de pareja saludable, feliz, en la que el odio no encuentre lugar. En el caso de los solteros, lo verán actuando en su vida sentimental, preparándolos para encontrar a la persona ideal.
Recuerde, un corazón limpio es fuente de buena vida, mientras que un corazón sucio, es fuente de vida mala (Proverbios 4:23).
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