El hombre no es auxiliar de la mujer, sino la cabeza, y por esa razón él tiene que ser definido.
Él representa a Dios y tiene que responder a su esposa, no en forma de protección, sino más bien en enseñarla a actuar.
Toda mujer tiene la necesidad de un hombre definido, maduro, responsable y que use su autoridad.
Pero, ¿cómo obtener autoridad y respeto de la mujer?
Cuando él es sabio. Cuando teme y tiembla ante Dios. Es dependiente de Dios y es su aliado. Eso lo hace inteligente y consecuentemente conquista la admiración de ella.
Es importante que quede claro que no hay éxito completo externo, en la vida de un matrimonio, cuando el interior esta mal, cuando uno de los cónyuges carga traumas, decepciones y una serie de cosas.
¡¡¡No hay manera!!!
La prueba es que muchos tienen el deseo de alcanzar un matrimonio estable, pero la respuesta o la realización esta lejos, dando espacio a la incredulidad de un futuro prometedor.
Sin embargo, cuando se está decidido a cuidar la raíz del problema o del mal… que no es quedarse esperando que el otro cambie, sino que la propia persona cambia sus raíces buscando la solución del problema.
¿Es fácil? ¡¡¡¡No!!!!
Pero ¡vale la pena! Y una vez que se pone en práctica y se entrega 100% a Dios, lanzándose de acuerdo con la Palabra de Dios y no con los sentimientos que vienen… Descubre el Reino de Dios y entra.
Así como Juan el bautista predicaba en voz alta … arrepentíos porque ha llegado el Reino de Dios… dentro de esa persona también empieza a haber un “grito” por el cambio, ¡por el arrepentimiento!
El Reino de Dios comienza cuando existe un arrepentimiento. Y quien se arrepiente entra en este Reino, donde existe éxito, primero dentro y después fuera. Pero ambos son evidentes.
Después de que ocurre ese proceso imprescindible, el matrimonio se realiza…porque los dos se han centrado en la lucha contra la raíz del problema, y no se paralizaron culpándose el uno al otro…
¿Y el resultado, mis queridos lectores?
¡Es evidente, la paz empieza a fluir naturalmente!
Viviane Freitas
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