Los celos son, sin duda, los principales destructores de las relaciones. Decimos esto porque cuando llegan es una señal clara de que la confianza, uno de los pilares de la relación, está comprometido. Para combatir este mal es preciso identificar la causa.
Los celos pueden venir tanto por la propia inseguridad de la persona o porque su pareja actuó mal y le transmitió inseguridad.
No está mal tener celos. La propia Biblia dice que Dios tiene celos de nosotros: “El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente”, (Santiago 4:5). Dios nos cela porque nos ama y no acepta que dividamos nuestra fe en Él con otros dioses. Así también es en la vida de a dos, usted debe transmitirle seguridad al otro.
De esta manera no habrá lugar para los celos o, si los hay, pasarán a ser un beneficio, porque la persona demuestra que quiere ser importante para el otro y no acepta que aquello que es suyo por derecho sea dado a un tercero.
Sin embargo, son los celos desmedidos los que perjudican a la relación; son los que nacen de la imaginación. Una duda infundada hace que la persona imagine una traición sin siquiera tener alguna evidencia de que la hay. Personas así son extremadamente inseguras y actuando de esa forma acaban destruyendo las relaciones y causando su propio sufrimiento.
Consejo para combatir los celos: es preciso que la pareja tenga un diálogo sobre el asunto e identifique el motivo de la desconfianza.
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