lunes, 28 de enero de 2013

¡Vencer!

¡Para vencer, hay que luchar! ¿No es verdad?



Imagínate a los discípulos con miedo de lo que les podía suceder, ¡después de Jesús haber “muerto”!; ¿Habría alguna posibilidad de que ellos fuesen los próximos en morir?, pues estaban en el mismo espíritu que Jesús, siguiéndolo.

Ahora bien, en una situación delicada, los discípulos, que habían dejado todo para servir , estaban solos, sin la seguridad y el liderazgo del Señor Jesús.

Ellos estaban desorientados y aterrorizados por lo que les iba a suceder. Sin embargo, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: ¡La Paz sea con vosotros!

Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío.” Juan. 20:20

Jesús no sólo les dijo: Paz a vosotros, sino que Él prueba con su propia vida lo que venció por ti.

Su prueba va más allá de los agujeros en las manos, el dolor y el sufrimiento. Su sacrificio fue con el único propósito de hacer la voluntad del Padre y de dar al mundo la oportunidad de salvar almas. Nada para Él. Nada en pro de Él. ¡Nada en pro de Su gloria! ¡Todo para Dios y por nosotros!

¡Qué sacrificio!

Él es quien tiene osadía para darte Paz. Él es quien tiene autoridad de conceder lo que el mundo está buscando.

Pero, ¿cómo puedo alcanzar esta paz cuando estoy igual que los discípulos? ¿desprotegida?

¡Cuándo tienes el mismo valor que el Señor Jesús tuvo!

Para vencer tiene que haber valentía para enfrentar el miedo y así llegar al otro lado.

Para alcanzar la paz, hay que hacer frente a la lucha o guerra contra el mal.

Sólo así tendrás autonomía, autoridad y osadía, para hablar a través de tu vida a otros, siendo así un referencial de superación.

Ahora vas a entender porque fue necesario que los discípulos pasasen por aquellas dificultades: A través de las mismas, tendrían un medio al que enfrentarse, solos, sin la intervención del Señor Jesús, los religiosos, el miedo,…

¿Para qué?

Para aprender a creer, no por la presencia del Señor Jesús, sino por las palabras oídas de Él.

Solo necesitamos eso: ¡Creer en Sus palabras! ¡Y llegamos al otro lado!

Viviane Freitas

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