Cuando me senté a responder el mail de David, recuerdo hasta hoy que yo misma me sorprendí con mi respuesta. Todo lo que quería era salir con él – sí, quería besarlo, pasear con él, andar en la calle de la mano, en fin, quería vivir todo lo que había leído en las novelas que tanto me gustaban desde chiquita.
Pero no escribí nada de eso. Rechacé su invitación de comenzar a salir con él. Le dije que era de Dios y que quería ponerme de novia con alguien con quien me casase, y que esa persona tenía que tener la misma fe y los mismos objetivos que yo. Tenía que ser alguien que quisiese hacer la Obra de Dios en el Altar. En fin, le dije que no era la persona correcta para mí, y que no quería salir con él. Todo lo que escribí le debe haber parecido griego. Él sólo quería salir conmigo, y allí estaba yo hablando de Altar y casamiento, jajajaj.
Mi respuesta me sorprendió. Parecía que estaba viendo una película, que la persona que estaba allí escribiendo no era yo. Claro, yo no estaba inconsciente. Sabía todo lo que estaba sucediendo. Pero no reconocí el poder que tenía dentro de mí para rechazar la voluntad de mi carne de tal manera. Esta fuerza no era mía. ¡Aquel poder no venía de mí!
Cada vez que recuerdo este episodio, lo recuerdo con alegría. Estaba determinada y enfocada en hacer lo correcto. Tenía esa determinación porque Él vivía en mí. ¡Estaba viviendo la acción de Su Espíritu en mí! Él me estaba guiando, fortaleciéndome, protegiéndome, alertándome del peligro que vendría más adelante si tomase la decisión equivocada. Allí, por primera vez, entendí que no estaba sola en la lucha contra el infierno. Tenía un Aliado. El Propio Dios estaba morando en mí y me ayudaría en la lucha contra mi carne.
Después del mail que le mandé, David y yo no volvimos a hablarnos. Mi enamoramiento murió ahí. ¿Sabes algo? Ahora, conociéndolo mejor, creo que el Espíritu Santo me había alertado antes para que no me enamorase de la persona equivocada. Pero gracias a Dios, Él no desistió de ayudarme. ¿Y tú? ¿Qué es lo que tu carne te está mandando a hacer? ¿Entregarte a una loca pasión? ¿Vengarte de alguien que te lastimó? ¿Guardar rencor? Sólo hay una forma de dominar la carne – ¡el bautismo con el Espíritu Santo! Cuando Él viene a morar en ti, pasas a ser un ‘dios’. Comienzas a reinar sobre tu voluntad, y ya no eres dominado. Hay poder y dominio dentro de ti. ¡Ah, qué día!
Tal vez estés haciendo de todo para agradar a Dios, pero estés dependiendo de la fuerza de tu brazo. Así, más tarde o más temprano, terminarás fallando.
Nanda Bezerra
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